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GRAN TARDE DE TOROS DE DIEGO URDIALES EN SU CONFIRMACIÓN EN LA MÉXICO

Sin orejas por la espada, triunfó en su confirmación.

Crónica de Juan Antonio de Labra para Al Toro México DIEGO URDIALES CUAJó UNA FAENA ANTOLóGICA EN LA MÉXICO Ahora que los ríos de ##tinta## cibernética de los portales y los caracteres frenéticos que invaden las redes sociales se desviven cantando los triunfos de los toreros utilizando la hipérbole a destajo, la ausencia de adjetivos sería la mejor manera de elogiar la faena de Diego Urdiales en la Plaza México. Porque es precisamente el toreo de Diego &ndash,y la expresión que lo habita&ndash, la antítesis de toda esa banal faramalla que de pronto asalta la esencia de un sentimiento, el del toreo, que sólo adquiere carácter de arte mayor cuando se hace con pureza. Y eso, la verdad de las cosas, no ocurre a menudo. Así que cuando sucede se convierte en una sacudida tremenda de emoción que raya en lo milagroso, y nos obliga a volver siempre a los toros. La esencia del arte del toreo se sustenta en una compleja premisa, consistente en que hacer lo más difícil es lo más fácil&hellip, y viceversa. Cuesta trabajo entenderlo, y ejecutarlo todavía más, pues la muerte acecha. Pero en ese arrebato que nace del miedo, la inteligencia torera transforma la violencia en caricia y el muletazo en latido. El latir de un corazón torero, como el de Diego, cosido a cornadas como la injusticia, el desprecio o la desesperanza, está acostumbrado a latir a un tempo más despacioso, y ya desde las verónicas de recibo la magia de esta forma de sentir creó la atmósfera propicia para que la gente captara el misterio que el riojano venía a decir. El noble toro de Bernaldo de Quirós comenzó a embestir con celo a partir de que Diego le dejó la muleta muerta por debajo del hocico, esperándolo mucho para engancharlo suavemente y crear belleza. Por su trazo y calidad, los muletazos fluyeron con una cadencia armoniosa, y el ceñimiento perfecto &ndash,ni más lejos, ni más cerca&ndash, que fue la clave para fundirse con el toro. El público paladeó uno a uno, lentamente, los trazos de esta faena redonda, tanto por su fuerza interpretativa, como por su sólida concepción, y eso que hizo Diego es simplemente el toreo. Sin adjetivos. La cariñosa ovación final con la que Diego Urdiales fue despedido, tras haber estado digno con el quinto, un toro que se rajó pronto, fue la muestra de que hoy dio un golpe de impacto como pocas veces ha dado un torero español debutante en esta plaza. Por ello su felicidad era mayúscula, sabedor de que la autenticidad de su toreo sólo atiende a esa máxima que nos legó Belmonte: ##Se torea como se es##. Y Diego Urdiales es pureza.Fotos Manolo BrionesVídeo Charly Lara

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