Crónica de Carlos Ruiz Villasuso para Mundotoro Esa guitarra de lances a pies juntos al colorado de sienes estrechas segundo para afinar instrumento. Que salió afinado en unas hechuras de sienes estrechas y callejera embestida de toro criado para hacer el toreo. Liberado Talavante de toda presión, las notas fluyeron sin ensayo ni altavoz alguno en dos tandas con la derecha que fueron frágiles, como cosidas con hilo fino, limpias y sonoras en los muletazos profundos de una muleta que hablaba. En el toreo, como en el amor, la dulzura lo es todo. Con una flexibilidad corporal del gambeteador callejero que mete goles en las porterías pintadas de las tapias, con la misma magia e idéntica pureza. Tuvo el toro son, embestida de arena humillada y tuvo la faena la seda del mimo, del pulso, de lo roto sin quebrarse una sóla cuerda de la guitarra.Los naturales los sueña el mejor que haya de venir a ser gente en esto. La muñeca digiriendo los vuelos de la muleta. Parado el toro en los remates de tantas tan dormidas y largas, a un dedo los pitones del cuerpo y sin espacio para vaciar la embestida, Talavante se fumó un pitillo despaciosamente, mientras se sacaba la muleta por la espalda y hacia al otro pitón que el toro tomó después de decirle no quite usted el cuerpo, que ya me muevo yo. Palabra. Y las arrucinas como gambeteo inverosímil en un adoquín, sin espacio, con la gente bramando. Oles de barrio, de pueblo. El pintor, el escritor, el torero, tiene que permanecer en la calle y llevar el barrio al libro, al cuadro, al toreo. Era de rabo, de medio o de tres. Pinchó y fueron dos, pero es lo de menos.
PERERA A HOMBROS EN SU 20 ANIVERSARIO
Roca Rey cortó una oreja en el tercero. Juan Ortega